¿Cómo se vive la Navidad en una ciudad musulmana? Mucho ambiente callejero tal vez no haya, pero como se suele decir, Navidad es lo que cada uno lleve dentro. Así la pasamos algunos expats.

¿Recordáis en el colegio que, cuando llegaba la primavera había que hacer una redacción sobre ella, que irremediablemente era siempre igual, hablando delas flores, su aroma, su colorido…? Vamos, que la guardábamos de un año para otro y le cambiábamos el dibujo para que se notara menos.

¿Y que cuando llegaba la Navidad tocaba de nuevo redacción? En este caso era más divertido, porque al final siempre iba la lista de lo que pedíamos a los Reyes. Yo siempre me pregunté: ¿si yo no lo he pedido, por qué siempre me traen cuadernillos de colorear y calcetines? Bueno, alguna otra cosilla también caía pero que coincidiera con el pedido, no sé, no sé. ¡Qué tiempos! Y a pesar de todo, ¡cómo se añora!

Pues bien, estamos en puertas de Navidad así que, no queda otro remedio que hablar sobre ella, sólo que esta vez el contenido de la redacción será sustancialmente distinto.

¿Cómo se vive la Navidad en Makassar, una ciudad mayoritariamente musulmana? ¿Cómo la vivimos nosotros?

Navidad 2015-16, mis primeras como expat en este país. ¿Se siente mucha morriña? Pues sí y no. Por supuesto que echas de menos a tu gente y toda la parafernalia de esos días, pero la temperatura que, a pesar de estar en la estación de lluvias, sigue estando sobre los 35 grados, la falta de alumbrado festivo y la ausencia de anuncios en televisión “buscando a Jack”, ayudan a paliar la situación.

Nosotros hemos adelantado nuestra Navidad. A primeros de Diciembre fuimos a casa e hicimos todo cual si las fechas hubieran cambiado. Aún con todo,  nos apetece ponernos un poquito en situación, aunque sólo sea por romper la monotonía. Y quiero, ya que aquí me he de quitar el sombrero ante el respeto por todas las creencias, aunar mi cultura a la de ellos. No descanso hasta idear cómo conseguirlo. Será mi humilde reconocimiento.

Ya lo tengo: compré hace tiempo una preciosa tela de batik. Ya hemos hablado en el post el batik de lo que es y lo que representa para Indonesia. Está completamente trabajada con vegetación, flores y pájaros, así que, perfecta y, como estoy sola y no tengo nada mejor que hacer, me quedo hasta las tres de la mañana intentando conseguir darle la forma de un árbol. Finalmente lo consigo, aunque una cosa fue la práctica sobre la cama y otra muy distinta colocar al día siguiente la tela en vertical.

Hum, le falta un poco de alegría, así que nos vamos al centro comercial a ver si encontramos algo para decorarlo. A fin de cuentas hay un pequeño porcentaje de cristianos en la ciudad, algo hallaremos. Y, cual no es mi sorpresa cuando reparo en que allí, sí es Navidad. No a la escala de Occidente, pero más de lo esperado: las tiendas decoradas, aunque tímidamente, villancicos como música ambiental, una pequeña zona dedicada a la venta de bolas y demás elementos navideños, y lo más inesperado, un habitáculo transparente donde “la nieve” hace las delicias de niños y algún que otro mayor.

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Tal vez un poco claustrofóbico, pero no parece que importe
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Sólo un centro comercial decorado, pero se lució

De regreso a casa, y contentos con nuestras luces y bolitas doradas, “plantamos el árbol”: por tronco, uno de bambú, por tiesto una lata de galletas forrada, por estrellas, el envoltorio de las manzanas, por candelabros, botellas vacías de aceite de oliva… hay que reciclar, ¿no está ahora tan de moda? ¡Arriba la imaginación!

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Llega el día de Nochebuena. Algunos expats se reúnen para cenar pero mi marido trabaja hasta casi las doce de la noche y no me apetece que cene luego él solo. Así que prefiero esperarle en casa y darle la sorpresa de una mesa bonita y una cena sencilla pero como Dios manda, y no lo que pillamos por el frigo como siempre.

Para no tener de casi nada, la improvisación no salió mal: canapés de paté con mermelada de entrante, aguacate con atún y salsa rosa de primero y pechugas de pollo al strogonoff como segundo. De postre, unos Ferreros, que curiosamente, aquí con clima tropical, no faltan en todo el año, mientras que en España en verano no se venden por el calor. A alguno de los dos países nos la están colando, no sé a cuál.

El vino y el cava, imposible conseguirlos, cosa que desde luego tampoco intenté demasiado porque al precio local de ochenta euros mínimo por la botella que allá te cuesta diez, puedo  sobrevivir siendo abstemia.

Después, un rato de skipe con la familia, un montón de wasaps a los amigos, y la noche ya está completa, con sólo una hora de trabajo. Alguna ventaja tendría de haber.

El día de Navidad,  nos reunimos un grupo de compañeros para comer en uno de los hoteles de la ciudad. Siguiendo nuestro empeño de aunar culturas, allá que nos presentamos los dos vistiendo la misma camisa de batik, como una familia indonesia más en un día importante. No sé quiénes quedaron más sorprendidos, si los expats, que nos recibieron con un largo ehhhhh, o los locales, con ojos de plato y una gran sonrisa.

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Tras un pequeño paseo, nos dimos cuenta de que aunque muy, muy poquitos aún había quienes decoraban también sus entradas:

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Pocos decoran, pero quien lo hace, lo hace. Este muñeco llegaba al primer piso
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Árbol en el recinto de una de las pocas iglesias de Makassar

El día de los Santos Inocentes aquí no se celebra, obviamente, aquí no hay mucha tradición al santoral. En cuanto a nosotros, ¡qué más inocentadas que todas las situaciones rocambolescas que nos toca vivir cuando menos lo esperamos! No creo siquiera que se venda pica pica, para qué, si ya están tan vacunados a esos vapores con el sambal de la comida diaria.

Llega el 30 de diciembre. No, no es un día de nada y, sin embargo este año para nosotros va a ser muy especial: un grupo de compañeros indonesios, en fechas clave, suelen realizar una colecta y visitar algún lugar necesitado. En Ramadán visitamos un orfanato musulmán del que hablaremos en otro post. Ahora, en Navidad, es un orfanato-asilo cristiano. ¿Veis? Esto es lo que me maravilla. La misma gente ayudando a unos y otros sin importarles nada más.

Como siempre contaban con nosotros, bueno, más bien, con mi marido quien, durante meses no se afeitó la barba para resultar más natural:

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Santa y una de sus ayudantes en el orfanato

La experiencia, que no podía ser de otra manera más que bonita, os la cuento en la próxima ocasión (post Santa visita orfanato-asilo de Makassar).

Llegamos por fin a Nochevieja. Un grupo de compañeros decidimos cenar en un hotel, pero hoy, por ser día de bulla, es buffet de pie. Así que sobre la marcha cambiamos a otro hotel donde nos aseguran tener mesa. Y la hay, pero sin más adorno que un mantel blanco, con servilletas de papel tisú, con agua como bebida única, en vasos de plástico… un buffet escaso y malo y la música como a ellos les gusta, a toda pastilla, con lo que, a falta de poder conversar, todos callados, parecíamos más en misa que repicando. En fin, es el riesgo de estas fechas.

Para esperar las uvas, que por supuesto no había, nos fuimos a la terraza, donde se estaban celebrando algunos pequeños espectáculos que alegraron un poco la triste cena.

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Los espectáculos de travestis no suelen faltar. A unos les encanta y a otros les crispa los nervios

De repente, 5-4-3…, ¡que ya estamos en Año Nuevo! Y allí nada de felicitaciones, ni de descorches, ni de besuqueos. Sólo los de los siete guiris reunidos en ese momento. Pero además,  ¡Que no, que no, que no es lo mismo sin las uvas,  sin el reloj de la Puerta del Sol y sin el Ramón y su capa!

Desde el piso 18 contemplamos fuegos artificiales por toda la ciudad. ¡Quién no se conformaaaaa!. Vayámonos ya para casa porque a las 5,30 nos hemos de levantar para tomarnos, ahora sí, gracias al skipe, las uvas con nuestras hijas y con Ramón, faltaría más.

Casi casi llegamos a la hora de levantar porque esa noche el tráfico era doblemente caótico: a la cantidad  de coches y motos, muchísimo mayor de la habitual, se unían esos fuegos artificiales tan monos que antes veíamos disparados desde cualquier punto. Porque eso de “disparados desde cualquier punto” hay que interpretarlo en el sentido más literal, quiere decir, que teníamos que parar por más de una calle hasta que cada particular acabara de utilizar el centro de la calzada desde donde había tenido a bien disparar sus cohetes. En fin, esto es Makassar, o lo tomas o lo dejas.

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Los puntitos pequeños son «puntos de lanzamiento» de petardos y fuegos. Bonitos sólo cuando estás arriba y no intentando atravesar la ciudad

Los Reyes tampoco vemos que se celebre aquí, bastante es que conozcan a Papá Noel, cuyas cálidas vestiduras tal vez sean la razón por la que no pare mucho por estas latitudes. Pero no importa, un amigo indonesio se encuentra  en Sevilla ese día y, explicándole por wasap lo que iba a ver, la viví tan apasionadamente como si allí hubiera estado, es decir, a llanto tendido. Qué se le va a hacer, eso de llevar siempre  dentro al niño que una vez has sido, debe ser verdad.

 Además, no creáis que nos íbamos a quedar sin fiesta. A falta de Reyes… A ver si aprobáis, que pregunto sobre lecciones anteriores, ¿cuál es la fiesta que raro es que falle un mes y en la que los protagonistas son reyes al menos por un día? Efectivamente, hablamos de las bodas.

Pues sí señor, tenemos boda de unos compañeros de trabajo: él extranjero, ella local. A la ceremonia típicamente indonesia de la mañana no asistí, pero sí a la recepción nocturna, a la que pensé había llegado tarde, porque no había absolutamente nadie, pero no, era lo contrario, siguiendo la norma que no hay manera de que recuerde antes de salir de casa, nadie aparece hasta treinta minutos después de la hora fijada.

Me entretengo en curiosear y hay algo que me llama la atención. Es la primera vez en mi vida que veo fotos de los novios, a tamaño real, con uniformes de trabajo, para que te fotografíes con ellos, ¡y la gente hasta haciendo cola!.

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Ahí están, a tamaño real

Un rato después aparecen los novios  haciendo el paseo en la alfombra roja ante los invitados. Como siempre, la novia con traje espectacular, esta vez  de princesa occidental.

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Los dos en sus tronos presidieron un espectáculo de danza tradicional. Nada más parecido a las fiestas palaciegas que nos muestran en las películas de época.

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Finalizamos la velada con la cena en la que, ¡por fin en una!, podíamos servirnos sin temor: una mesa sólo con comida a la occidental. Gracias, chicos, un gran detalle!

Y… sin roscón de Reyes pero con ese buen sabor de boca, la Navidad llega a su fin. ¿Qué nos deparará este año? Está por ver pero, como decíamos al principio, la Navidad está, JUSTO, donde tú quieras que esté.

¡Que tengáis felices fiestas!